La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio, a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. Aunque la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad.
Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Como dice el Génesis, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador.
La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: En el Génesis queda recogido que “No es bueno que el hombre esté solo”. La mujer, “carne de su carne”, su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios. “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Esta unión indefectible es explicada por el Señor mismo cuando recuerda cuál fue “en el principio”, el plan del Creador: “De manera que ya no son dos sino una sola carne”, tal y como recoge el evangelio de san Mateo. Catecismo de la Iglesia Católica, 1603-1605
Para el sacramento del Matrimonio será necesario el expediente matrimonial así como la realización de los cursos prematrimoniales. En nuestro arciprestazgo de Vicálvaro los próximos cursos serán:
Fechas y Horarios